Un ministerio de Iglesia Biblica Missio

¿Puedo adorar realmente junto a mis hermanos en la iglesia? 3ª Parte



Por supuesto que para que pueda haber adoración real, ésta debe ser en Espíritu y en verdad (Juan 4:24), o dicho de otra manera: Debemos adorar con todo nuestro ser y al Dios de las Escrituras.  

Le adoramos con todo nuestro ser
"Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:4-5).

Le adoramos en verdad
Nunca podremos decir que le adoramos si en realidad no estamos viendo al verdadero Dios y, ¿de qué otra forma veremos a Dios si no es obrando en nuestras vidas? 
En su palabra se ha mostrado de modo que entendamos que él puede obrar en nosotros y aunque no con nuestros ojos físicos, podremos verle en todo: 
El está con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20), es nuestro refugio, fortaleza y auxilio en nuestras tribulaciones (Salmos 46:1), nuestra luz y salvación (Salmos 27:1), es nuestro guía, nuestro pastor (Salmos 23), nuestro protector, el que nos guarda de todo mal (Salmos 121:7), nuestro amigo (Juan 15:14), es quien lleva nuestras cargas, nuestro sustentador (Mateo 11:28)... Y así podríamos continuar con muchos pasajes donde Dios se muestra muy cercano a nosotros. 

Nuestras reuniones no son ritos
Por esto en una reunión del cuerpo de Cristo no cabe que el hermano que nos va a dirigir en oración nos diga: "Quiero que todos sus problemas, todo lo que ha sucedido esta semana, todo, el trabajo, las luchas, todos los pensamientos que les hayan podido perturbar en esta semana, déjenlos ahora a un lado, porque vamos a entrar a la presencia de Dios, vamos a adorar a Dios". Esto es completamente anti bíblico y convierte las reuniones en ritos y simples actividades. 

Para alabanza de su gloria
Juntos como hermanos en Cristo, le adoramos recordando todo lo que ha hecho, en los momentos buenos y también en los difíciles de nuestra semana. Nos rendimos a él en arrepentimiento por nuestros pecados y exaltamos su gracia y su perdón en la obra de la cruz. 

En el tiempo de adoración en la iglesia debemos ser conscientes de que todos hemos cometido millones de errores, tenemos cargas, quizá vemos que estamos fallando en las tareas que Dios nos ha encomendado pero es un tiempo especial donde podemos reconocer que nuestra suficiencia viene de Dios (2 Corintios 3:4 y 5). Un tiempo especial para acudir juntos a rendir honores al Dios perfecto y Digno de suprema alabanza (Salmos 96:4).

Un tiempo para poner por obra el fin del hombre:
"El fin supremo y más elevado del hombre es glorificar a Dios y gozar plenamente de Él para siempre" (Catecismo Mayor Westminster).


"Lo único que le pido al Señor, lo que más anhelo, es vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida, deleitándome en la perfección del Señor y meditando dentro de su templo" (Salmo 27:4).

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